5 de junio de 2007

Amistad a Ciegas


Leí en un blog del cual fui visitante recurrente un post que planteaba algunas interrogantes sobre el conocer gente a través de internet y las expectativas que un potencial cara a cara puede provocar. Tengo un episodio personal que contar al respecto. Hace un par de años, una chica me agregó equivocadamente al MSN, a causa de una coincidencia de apellido y cuenta de correo. Pues bien, aclarada la confusión nos mantuvimos en contacto. Chateábamos a diario, una vez, dos veces o las que fueran necesarias. Era entretenido, hablábamos de todo, aunque no siempre estábamos de acuerdo. Daniela, que así se llamaba, tenía en ese tiempo unos 22 años; estudiaba sicología y hacía unos tres años que no tenía pareja. Pero no le importaba, decía con frecuencia. Y seguramente así era.
Como a los seis meses nos enredamos en un duelo vía MSN acerca de la conveniencia de conocernos. Una vez más no estábamos de acuerdo. Yo tenía curiosidad por verla; ella también, pero menos. "Y si todo se pudre", espetó de pronto en la pequeña ventana titilante. "¿Por qué? Nadie pretende otra cosa que conocerse. No voy a saltar sobre tí, si es lo que te preocupa", respondí un tanto chato con sus vacilaciones. Finalmente me rendí. Tampoco era de vida o muerte, la buena onda existía y eso era suficiente. Daniela ya era más que un nombre y un ícono en mi MSN; era una amiga siempre en línea, honesta y directa como pocas. Seguimos con nuestra dinámica cotidiana. Tres semanas después recibí un correo: "Veámonos en el Café Escondido, el viernes a las 10". Ya.
Ese día llegué temprano de la pega y encendí mi computador. Daniela no estaba en línea. ¿Y cómo cresta la voy a reconocer? Hasta la fecha no había visto ni una sola foto de ella, salvo la de su nick donde aparecía acompañada de dos amigas. A lo hecho, pecho, pensé. De alguna forma nos conectaremos. Espero. Con el correr de los minutos la ansiedad comenzó a posesionarse de mí, aunque tenía algunas cosas claras. Daniela era dueña, al menos en el MSN, de una personalidad cautivante, palabra fácil y redacción seductora. Eso ya era un buen punto. Me intrigaba saber si en persona sería igual. 21.59 y yo ya estaba parado afuera del dichoso café.
"Hola Lucas", susurró de improviso una chica a mis espaldas. Me dí vuelta sorprendido. ¿Daniela? "Sip, tonto, parece que viste un fantasma". "Es que cómo supiste que era yo, me econtraste altiro", atiné a balbucear. "Acuérdate que tienes tu foto en el MSN", dijo sonriendo. Directo al mentón. Me noqueó de una y me sentí total y absolutamente leso. Elemental, en mi ansiedad no recordé "ese" detalle. 1-0 para Daniela y Lucas guateaba de entrada. Mal.
Ese fue el primero de muchos encuentros, idas al cine, conversaciones telefónicas y, por cierto, largos chateos. Me sentía bien con ella, pero algo me impedía pensar en ir más allá. Una noche acodado en la barra del bar de siempre, me dio por filosofar con Juanito, el barman. Le conté resumidamente sobre mi amistad con Daniela. "¿Y no te dan ganas de tirártela? Debe ser refea, entonces", dijo entonces con simpleza. "¡No hombre! Yo la encuentro guapa, tiene su cuento, pero, no sé... como que no me tinca pa polola...", "Entonces, erís maraco, poh...", remachó el barman, pegándome en el suelo. Obviamente, lo mandé a la cresta. Me enojé, pagué y me fuí.
Días después conocí una mina en el trabajo. Era relacionadora pública de una empresa a cuya conferencia de prensa me tocó ir ese día. Era normal, diría yo, pero sentí escalofríos cuando me entregó el comunicado impreso. Y caí en la cuenta que desde que conocí a Daniela en persona nunca sentí ese escalofrío. ¿Por qué? Porque no, no más. Porque la atracción, seguramente, es subjetiva y porque, como decía mi abuelo, nadie se muere en la víspera. Es decir, cuanto te toca, te toca no más. Y a mí me había tocado ahí. De madrugada se lo conté a Daniela a través del chat; su risa inicial me descompuso, pero luego se puso seria.
D: Me alegro por tí
L: ¿Y por qué no me pasó contigo?
D Simple, amigo, yo no te gusto. Y no es que me ofenda, pero la verdad es mejor así
L: ¿Queeeeeeé?????
D: Mira, alguna vez lo pensé, pero la verdad no habría funcionado
L: ?
D: Hay algo que no te he contado...
L: Qué? No me asustís
D: Soy lesbiana...o sea he tenido pololos, pero mis dos últimas parejas han sido mujeres...
L: Pucha..no sé qué decir
D: No digas nada
Me sentí como el forro. Ese era su secreto mejor guardado y me lo había contado (Me acordé de la película "Chasing Amy"). Seguimos la conversación esa noche y varias más. Nuestros chateos seguían siendo alegres y entretenidos. A veces, incluso, hablábamos de minas. Unos meses después, Daniela partió a España. Desde allá chateamos a veces y nos contamos en pocas líneas cómo van nuestras vidas. No ha perdido su chispa.